La situación no puede ser mas desilusionante en la amplia mayoría de los órganos del sistema de Naciones Unidas sean económicos, comerciales, de desarme y seguridad internacional, medioambientales, derechos humanos y organismos especializados en cualquier disciplina que se elija. Incluye en particular a las instituciones financieras nacidas en Bretton Woods.
¿Está en crisis el multilateralismo? La respuesta tendría dos vertientes. La primera, es que los principios esenciales del multilateralismo, con todas sus limitaciones, no se encontrarían en ese estado. La segunda, que las instituciones, tal como son conocidas, son las que enfrentan el urgente desafío de adaptación. La distinción es importante. En general, la debilidad y el resultado opaco de esos organismos residen en el comportamiento de su membresía por cuanto, en definitiva, las instituciones multilaterales son lo que los Estados miembros le permiten que sean. El trabalenguas pone de manifiesto el problema.
¿Que ocurre? La respuesta tiene, en este caso, una sola respuesta que es, por otro lado, obvia. La realidad de hoy es cualitativamente distinta a la de la segunda postguerra que le dio origen. El modelo multilateral actual, basado en un marco conceptual de equilibrio de dos principales alianzas militares con los componentes emergentes de la Paz de Westfalia, responde a un mundo que ya no existe.
La globalización, la tecnología y la sociedad civil dejan en evidencia que nos encontramos en una dimensión transnacional donde variaron conceptos y axiomas esenciales. Entre ellos, la naturaleza del poder entre los Estados, las amenazas y la fuente de riqueza y, en esencia, los atributos mismos del Estado Nación, en particular los de la soberanía y la no injerencia en los asuntos internos.
Una radiografía comparativa de los intereses de los Estados marcaría un grado de heterogeneidad y contradicción nunca antes visto. Un mundo unipolar en lo militar, aunque con capacidad multipolar de generar un holocausto nuclear, y fragmentado en todo lo demás. Donde los conflictos y las crisis, inherentes a estas realidades políticas, están erosionando el concepto de legitimidad del sistema multilateral y la toma de decisiones colectivas resulta en un ejercicio cada vez más complejo, cuando no imposible.
Al encontrarnos ante un problema sistémico, se deberían buscar modificaciones estructurales que respondan a la realidad. Existen distintos intentos. La mayoría, sin embargo, procuran establecer cierto equilibrio manteniendo la misma lógica del sistema a modificar. El G7, G8, G15 y G20 son ejemplos que ponen de manifiesto la dificultad que presenta el G192, que son las Naciones Unidas.
Las soluciones no pueden surgir de parches provisorios a un modelo probablemente agotado, como son las reformas que se efectuaron a la Carta de las Naciones Unidas. Lo mismo se podría decir de la pretendida modificación de la composición del Consejo de Seguridad, órgano con responsabilidad primordial en el mantenimiento de la paz y la seguridad internacional, tal y como se plantea en la actualidad independiente de la formula que se analice. Los organismos regionales, también, requieren atención. La creciente lista de Cumbres regionales y la proliferación de organismos subregionales de lo más variados, refleja que hay un problema a solucionar.
Un mundo con las particularidades actuales, requiere de un sistema multilateral que responda a esas singularidades. Se necesita un sistema multilateral que demuestre solidez, eficacia, financiación razonable, democratización y adecuada representación de forma tal de generar la legitimidad y confianza necesaria. Estamos a tiempo de hacerlo. El mecanismo está, en teoría, intacto y con capacidad de ser transformado aun partiendo, de un cierto determinismo orwelliano, en el sentido que siempre habrán Estados más iguales que otros que aspirarán a trabajar selectivamente. Pero justamente la lucha política entre los Estados más iguales, por ventajas comparativas, permite una oportunidad y un ambiente propicio para un cambio estructural.
De allí que son muchas las voces que señalan la necesidad de que los Estados Unidos, Rusia, la Unión Europea, los principales Estados de Asia y algunos de América Latina y Africa inicien una revisión de orientaciones políticas y estrategias capaces de otorgar legitimidad a la globalización a través de mecanismos multilaterales aceptables de gobierno mundial.
Hasta que eso ocurra el mundo continuará sobre períodos cíclicos de incertidumbre. Algunos serán económicos y financieros. Otros, políticos y relacionados con la seguridad internacional. Mientras tanto la comunidad internacional, que en menos de dos décadas superará la barrera de los diez mil millones de habitantes, espera expectante ante la persistencia de conflictos, tensiones, aumento de la pobreza y la degradación ambiental, por solo citar algunas de las perlas de un rosario que necesita soluciones urgentes.
La reunión del G20 en Pittsburg permite una leve esperanza en materia de organismos financieros y comerciales. Estados Unidos tiene una de las llaves para que la transformación se inicie. Esperemos que sepa aprovecharla y que todos los demás demuestren la voluntad política de alimentar con ideas constructivas para generar un sistema multilateral acorde con la realidad y sus necesidades.
Fuente: http://www.infopuntual.com/post/crisis-multilateralismo-016.aspx
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